15 abril 2007

Algo más que una competencia

Como buen chileno a última hora decidí inscribirme en la gran cicletada Líder. No había ningún interés de por medio, pero el eslogan de que todos recibirían premios al cruzar la meta, hacían de la actividad algo bastante más atractiva. Antes de la inscripción ya tenía evaluado el trayecto, que incluía pendiente, distancia e incluso hoyos. No se escapaba nada. Según la información publicada por internet y la amable señorita que anotó mis datos, la hora de largada era entre las 9:30 y las 10:00 de la mañana de un rutinario día Fomingo.
Una vez que llegué al lugar, junto a los pocos ciclistas presentes, parecía ser que la actividad no iba a resultar. Pero lo que no estaba en mis planes era que la cicletada empezaba a las 11:00 (algo me hizo pensar en la nula cuota de sangre inglesa que llevamos los chilenos), cosa de que los vecinos durmieran hasta tarde mientras nosotros madrugamos junto con las gallinas por un pequeño error de información.
Encerrados en un callejón, se nos pedía a cada rato que nos apiñáramos para poder dar espacio a los que iban llegando poco a poco. Me sentía como cordero en el matadero, como sardina en su lata. Tuve esa extraña sensación de sentirme uno más de ese apestante conglomerado popular, que siguen a sol y a sombra toda actividad que hay detrás de la gran publicidad. Ya estábamos ahí y había que competir, aunque sea por el suculento premio que nos esperaba al cruzar la meta.
En los preparativos los locutores terminaron por derrumbar toda la esperanza que aún permanecía intentando rescatar algo de la actividad. Nos anuncian que esto no era una carrera, que la idea es pasear (más encima te meten la idea de que estas haciendo deporte, cuando lo único que has hecho ha sido levantarte, encender el auto, poner la bici en el portabicicleta, y llegar al lugar; de que deporte me hablan), dejando de lado el afán competitivo. Yo ya no sabía que esperar.
Lógicamente tenía que haber algo o alguien adelante para marcar el ritmo de pedaleo. Por supuesto que los más indicados eran los atléticos carabineros que conocían de sobremanera lo que es andar en bici y sabrían calcular en forma matemática la velocidad exacta de pedaleo sobre el Radio Patrulla. Pero las sorpresas aún no terminaban. El glamour llegaba en los pies del team Líder, ciclistas que fueron presentados como la última chupada del mate. En ese momento me sentí segregado socialmente. Habían dos grupos de ciclistas, los pagados por el supermercado Líder, adelante del RP, y el resto de nosotros, detrás del RP, que sin ser pagados, manteníamos en pie la actividad.
Hasta que finalmente, después de la agobiante espera comenzó lo que sería el infierno sobre ruedas. Pese a lo pedido, el afán de competencia de cada uno de nosotros no se pudo reprimir resultando una suerte de competencia que tenía como ganador a aquel que lograra pegarse al parachoques del vehículo guía. En la delantera existía una tensión que ponía los sentidos alerta y hacía apretar hasta los dientes. Las distancia de los cruces, de los adelantamientos, de rueda y rueda, de manubrio con manubrio, casi no existían. Tranquilo y confiando en mis reflejos y sentidos, avancé sin saber como, los cinco minutos más eternos de mi vida sobre ruedas, que duró la cicletada. Cerca de la meta se escuchó un impacto de esos que dan ganas de voltear a ver que pasó, pero yo sabía que si lo hacía, no sólo miraría lo ocurrido, sino que también lo sentiría en carne propia. De reojo pude constatar un cerro de ciclistas impresionante, nunca había visto tanta bicicleta apilada con ciclista incluido. Pero como siempre hay gente astuta, no faltó el que no contuvo sus ganas de voltear formando el segundo cerro a tan sólo un par de metros del primero. El efecto dominó una vez más fue puesto a prueba. Era tal el caos, que el vehículo guía dio un frenazo haciendo que uno de los cientos de deportistas, muy pegado al auto, rebotara en el vidrio trasero logrando desprender uno de los focos del auto.
Ya al llegar a la meta recibimos el gratificante premio: una naranja, un jugo individual (con sabor a jugo en polvo) y las muchas gracias. Creo que haber dormido en mi casa hubiese sido mucho mejor premio que todo ese sacrificio matutino.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y como siempre... es mejor salir con los amigos en un paseo entrete que andar en competencias sin organización haciendo publicidad y gratis!.

Saludos cleteros..

 
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