15 diciembre 2008

Capítulo XXXI: Punto aparte

Después de deambular todo el día por la ciudad de Castro llegó el momento de partir al terminal de buses. Ya no tenía la tristeza de cuando entré a Puerto Montt. Esta vez estaba tranquilo y muy conforme con esta maravillosa Travesía.

Pasaron muchas cosas, conocimos personas tremendamente interesantes, paisajes únicos y poco conocidos de Chile. Pero por sobre todo conocí a una excelente persona y amigo como lo es Carlos. Peleamos, nos reímos, nos molestamos y pedaleamos… y seguimos pedaleando… y seguramente seguiremos pedaleando.

Los terminales son tristes y nostálgicos ya que muchas veces son sinónimos de despedidas y separaciones, pero también los hay alegres cuando son de reencuentros y reconciliaciones. Y así sería la llegada a Santiago, por un parte me separaría de Carlos, pero por otra me reencontraría con mi familia, dos situaciones que provocan sentimientos encontrados. La verdad es que me encanta viajar, pedalear y ser un trotamundos, pero por ahora creo que ya hay suficientes kilómetros en el cuerpo y ya es hora de que mi bicicleta descanse hasta la próxima aventura.

Nuestras bicicletas viajaron desarmadas como es habitual, con la venia y la cara llena de risa del auxiliar del bus, quien intentó infructuosamente hasta el último minuto persuadirnos para enviarlas por encomienda, con la falsa excusa que no cabían en el maletero. Yo aún no sé cual es el fenómeno que se produce entre los auxiliares de bus y las bicicletas, y creo que nunca lo sabré.

Después de una noche arriba del bus, desandando todos los kilómetros que recorrimos en un mes a punta sudor y esfuerzo, llegamos a Santiago.

Ya no quedaban más aventuras que contar, bajamos del bus y era el momento de despedirnos. Esta bitácora comenzaba a cerrar sus páginas para ser guardada en un polvoriento lugar donde seguramente nunca más verá la luz.

Antes de poner el punto final Carlos grita “¡mis bolsos!”. El bus ya se había marchado y el muy pelotudo no bajó su equipaje que tenía arriba. Y como no tenía cédula de identidad, debí perder toda la mañana rescatando su equipaje.

Aunque uno quisiera poner el punto final, siempre quedan aventuras por contar. Mejor diré, hasta pronto, punto aparte.

 
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