30 septiembre 2006

Remedio

Me había levantado como de costumbre a las 6:30 de la mañana para ir camino al colegio, pero ese día había algo que me incomodaba y no fue sino que hasta las 7:00 A.M. en que pude comprobar la causa. La incomodidad era sonora: la nunca bien ponderada lluvia golpeaba los cristales y el techo.
Me apuré en tomar el desayuno con la idea de caminar bajo un paraguas hacia el colegio en vez de hacerlo como todos los días en bicicleta, para no mojarme tanto.
La posibilidad más aterrizada era tomar micro, pero ya lo había decidido y debía caminar. La primera cuadra no hubo mayores problemas a excepción de un par de adoquines sueltos que al pisarlos, irremediablemente, soltaron agua hacia el otro zapato; en fin había que seguir caminando.
El primer gran obstáculo fue, sin duda, un pequeño canal que se formó en la pista norte de una de las principales avenidas de la ciudad, Irarrázaval, de aproximadamente un metro y medio de ancho. Parado frente a él había que elegir - ¿qué pie sacrificar para meter al agua?-. Como el tiempo no era mucho en un dos por tres, pie al agua y a la vereda. Continué caminando con mi pie mojado y esa extraña sensación de sentirlo dormido por el frío.
Como si fuera poco tenía que caminar rapidito, ya que al llegar al colegio me esperaría un examen a rendir. Proseguí mi camino y al cabo de media hora me percaté que el leve viento que corría, había hecho de mi paraguas un elemento inútil; mi pantalón se encontraba hecho sopa y el chaleco comenzaba a humedecerse. Además, mis piernas congeladas me vaticinaban un resfrío por el resto del invierno.
En mi recorrido por las calles de Ñuñoa y Providencia me topé con algunos ciclistas, provistos de buenos trajes de agua (de esos amarillos) y atacando raudamente la lluvia. Francamente los envidiaba, ya que para no mojar mi uniforme preferí dejar mi vehículo en casa. Ya me faltaba un par de cuadras para llegar al colegio.
Al llegar a la sala de clases comprobé el lamentable estado en el que me encontraba: caminaba y el agua salía a presión de mis zapatos; los pantalones grises estaban negros por el agua que estilaba; y el chaleco estaba fofo y a duras penas sobreviviría hasta fin de año.
Después de caminar 45 minutos me puse a reflexionar: "si mejor hubiese venido en bicicleta me habría demorado 10 minutos y estaría seco, ya que habría traído ropa de recambio. Para evitar la lluvia me pregunto que fue peor ¿el remedio o la enfermedad?"

1 comentario:

MundoaParty dijo...

Me ha gustado mucho este relato, al parecer ya no esta serio, me he reido mucho.
Espero leer más pronto. 15 dias se me hacen largos.
Suerte

 
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