15 septiembre 2006

Mi primera compañera

Llegó a mis manos producto de un error de despacho. Yo esperaba una bicicleta roja, y al llegar a mi casa, para mi sorpresa, desembalo un vehículo en tonos verde oscuro, con letras doradas y sus partes íntimas cromadas. Reclamé hasta el cansancio, pero no hubo cambios ni devoluciones. La “Chanchi”, aquella bicicleta verde, pasó a formar parte de mi vida.
A medida que el tiempo pasó nos hicimos inseparables, fiel como ninguna y solidaria con el forastero (sobre todo a la hora de llevar pasajeras en su parrilla), la “Chanchi” marcó una etapa en mi existir que nadie borrará.
Mientras comenzamos a desarrollar nuestras aventuras, noté que la “Chanchi” necesitaba entrar a pabellón. Por falta de presupuesto sus intervenciones debieron ser múltiples, ya que nunca pude con sus gastos médicos de una sola vez. Sus tratamientos fueron principalmente estéticos, aunque una vez debió ser intervenida por una fractura en su eje delantero causada por sobre peso.
Lamentablemente debo reconocer que no fui el dueño que ella se merecía, la maltrataba en exceso, al punto de bajar cuanta escalera se cruzaba. Pero ahí estaba ella, resistiendo los embates de la vida, sabiendo que no podía enfermarse, ya que por carecer de dinero y cobertura de salud, cualquier afección significaría su más completo abandono.
La “Chanchi” es única, nunca se ha sentido amilanada por esas máquinas de aluminio ni por aquellas con elementos hidráulicos, sabía que cuando nos proponíamos algo, lo lográbamos. Llegamos a la cumbre de muchos cerros y en el camino, a gran velocidad, dejamos a muchos de sus lujosos competidores atrás.
La “Chanchi” es para muchos una cualquiera, sin nada espectacular por lo cual voltear las miradas. Para mí, es la compañera fiel, la más grande, la mejor, la más bella. Puede que exagere, pero han de saber que todo esto es tan solo una cosa sentimental.

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